Plaza de toros de Las Ventas del Espíritu Santo
Feria de San Isidro. 18ª de feria. Corrida de novillos
“Seis novillos, cinco avisos”
Reseña
Se anunciaron 6 novillos de la ganadería de. Fuente Ymbro, procedencia Jandilla, El primero protestado por falta de trapío, los restantes bien presentados. Excepto el cuarto, que mostró mansedumbre ligado con la casta, mansotes y manejables. El cuarto y el quinto fueron aplaudidos en el arrastre.
Víctor Hernández. De azul pavo y oro. Estocada y tres descabellos tras aviso. Tímidos aplausos. Dos pinchazos, aviso y estocada baja. Silencio.
Álvaro Burdiel. De marino y oro. Estocada caída y tres descabellos tras aviso. Silencio. . Estocada trasera en la suerte contraria, él torero sabría por qué eligió ese terreno. Saludos desde el tercio.
Lalo de María. De berenjena y oro. Dos pinchazos y estocada perdiendo la tela y descabello tras aviso. Silencio. Estocada barata y descabello tras aviso. Silencio.
Presidente: D. José María Fernández Egea. Se le protestó la presentación del primero de la tarde, un novillote sin trapío. Por lo demás sin problemas en su cometido.
Cuadrillas y otros.
Tarde de lluvia de la llamada “sirimiri”, que estuvo presente hasta el cuarto de la tarde.. El coso registró algo más de media entrada. Al finalizar el paseíllo se guardo un minuto de silencio por el fallecimiento del torero jienense José Fuentes. El novillero Lalo de María hizo su presentación en Las Ventas. Los toreros de plata estuvieron comedidos en sus funciones, destacando en los tercios de banderillas. En el cuarto se desmonteraron José Manuel Hernández y Diego Valladar, a mi criterio parearon con más intención que acierto, ya que no llegaron a ganarle la cara a sus enemigos y en sexto lo hizo Lipi. En la lidia del primero destacó José Manuel Hernández, mostrándole el capote con temple y llevándolo largo enseñándole a embestir.
Comentarios:
De los avisos se libró Álvaro Burdiel en el quinto. En las restantes faenas todos recibieron el sonido de los clarines, pero no porque merecieran la atención de los presentes, sino por su pesadez. Es lo que nos ha traído el toreo moderno. Si muchos de los presentes que se han dedicado a ser aficionados, vemos cuando los toreros se pasan de faena y se ponen pesados, ¿por qué dilatan tanto su labor con la muleta? y en casi todos los casos innecesariamente. Se da el caso que cuando sale un novillo con mansedumbre por sus venas pero encastado, lo dejan marcharse al desolladero con las orejas puestas y sin torear. Es lo que ocurrió en el cuarto de nombre Ibicenco. El burel anduvo de salida suelto por el albero y acudió suelto al caballo. En la primera vara recibió un picotazo y en la segunda salió despavorido al sentir el hierro. Se vino arriba en el tercio de los rehiletes, que bien manejó la cuadrilla de Víctor Hernández, y en la muleta comenzó a sacar la exigencia de un manso encastado y el torero no pudo con él. Lo recibió con dos pases cambiados citando desde la boca de riego, pero cuando intentó torear todo quedó en eso, en un intento. Solo consiguió una tanda aseada de derechazos templando las acometidas de Ibicenco, pero la sensación que dejó su labor fue que estuvo por debajo de su enemigo y el animal se fue sin torear. La tarde comenzó con malos augurios. Los novillos no respondían a las expectativas de los toreros, el primero un choto con cara, derribó al caballo en la primera entrada, y Víctor Hernández interpretó el toreo moderno y no consiguió llegar a la concurrencia. En el primero de Álvaro Burdiel, el animal se dejó pegar en el caballo y en la faena de muleta se dejó torear pero sin llegar a los tendidos, el matador se limitó a dar pases, que es muy distinto. En el quinto, segundo de su lote, el novillo hizo una fea pelea en el caballo y en la muleta solo recibió mantazos, dejando la impresión que el matador podía haber sacado más provecho a la nobleza de su enemigo. Al primero de Lalo de María le arreó el piquero en varas y el novillo se dejó en el peto todo lo que podía mostrar durante la faena. Al someterlo por bajo en con la muleta, mostró escasez de fuerzas, pero el torero basó su faena sin cruzarse y cuando intentaba bajarle la mano el burel clavaba las defensas en el albero. En el que cerraba plaza, de nombre Tamboril, se dejó pegar en el caballo, pero recibió un trato de poca altura del torero. Lo recibió de hinojos, y el novillo le apretó y tuvo que recomponer la figura y sacarlo a los medios. Dio una tanda de redondos aseada, pero al natural de su muleta salieron latigazos en lugar de muletazos templados y mandones, lo que puso en evidencia es que eso de parar, mandar y templar para los novilleros que aspiran al escalafón de mayores, debe ser de otro siglo lejano.
©Pepeíllo.
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