jueves, 11 de mayo de 2023

Plaza de toros de Las Ventas del Espíritu Santo

Feria de San Isidro. 2ª de feria

“Tarde de contrastes”

Se lidiaron seis toros de la ganadería de Garcigrande, en la línea de Juan Pedro Domecq Solís. De escasa presentación y variado juego. El primero fue recibido con severas críticas por parte de los aficionados, un animal impresentable para “la primera plaza del mundo”, sin cara y sin trapío, al igual que el cuarto, un ejemplar de los consideramos “medio toro”. Al segundo le salvaba la cara. Sin embargo hubo reses que fueron exigentes en la muleta, mostrando casta que junto con la mansedumbre, hizo una mezcla explosiva exigiendo a los toreros oficio y disposición.

Terna:

  • Morante de la Puebla. De catafalco y plata. Tres pinchazos y doce descabellos. Bronca. En el cuarto pinchazo hondo al paso después de varios intentos. Bronca.
  • Emilio de Justo De verde y oro. Dos pinchazos y estocada tras aviso. Aplausos. Estocada desprendida tirándose a ley. Dos orejas con protestas. Salió por la Puerta Grande.
  • Tomás Rufo: De tabaco y oro. Estocada desprendida. Oreja con protestas. Pinchazo y estocada baja. Silencio.


  

Recibió mucho ruido el palco. Los aficionados le recriminaron que mantuviera en el ruedo al primero de la tarde, un animal sin cara sin trapío e inválido, la concesión de un trofeo a Tomás Rufo en el tercero, las dos orejas a Emilio de Justo, sin petición mayoritaria en la segunda, y la vuelta al ruedo del quinto. Se oyeron en varias ocasiones la frase: ”Fuera del palco”, ya que su actuación puso muy baratos los trofeos en la “primera plaza del mundo”. Falta de rigor presidente.

Cuadrillas y otros.

Segunda de feria con un lleno y una temperatura primaveral. Al finalizar el paseíllo el torero Emilio de Justo recibió una cerrada ovación tras su reaparición en este coso después de la cogida que sufrió la temporada pasada en la corrida Goyesca.

Los toreros de plata Fernando Sánchez, Andrés Revuelta, Morenito de Arlés y Pérez Valcance, se lucieron con los palitroques. En el segundo Morenito de Arlés estuvo muy sobrio en la lidia.

Se escucharon muchas voces discrepantes en la tarde, hubo dos que fueron muy significativas: “Fuera del palco y Plaza1 dimisión. En la suerte de varas ningún toro fue puesto en suerte. Los picadores continuaron en su línea de picar trasero tapándoles la salida. En el sexto y en la segunda entrada al caballo, Manuel Jesús Ruiz, marcó el castigo en el morrillo. El segundo acudió suelto al picador de reserva y al no ser parado por el peón que tapaba puerta, recibió un marronazo que casi le abrió en canal el lomo. 

Comentarios:

La tarde fue de contrastes. Morante de la Puebla abandonó el coso en una monumental bronca. Madrid esperaba a Emilio de Justo y el torero esperaba Madrid. Con sus dos “orejitas”, abandonó el coso por La Puerta Grande, y Tomás Rufo con más pena que gloria. El palco enervó los ánimos de los aficionados y engrandeció a los demás con el triunfo de De Justo, que sirvió para mitigar la decepción que les causó Morante. Que tuvo una actuación denigrante, eso si, con el peor lote, Ante todo hay que ser respetuoso.

Su primero un inválido e impresentable animal, de nombre Patrón, acudió cuatro veces al caballo al relance y el “maestro” no quiso saber nada del asunto. Con la muleta encendió las críticas de los presentes, el toro perdió las manos dos veces y el matador decidió tomar el acero y hacer sufrir al animal con doce descabellos. A su segundo, de nombre Tramposo, un medio toro que manseó en el caballo, se limitó a quitarle las moscas. El toro no mereció más. Ya que estamos apuntando tan bajo, esperaba de él el “quite del perdón”, pero Morante, al parecer, está por encima del bien y del mal.

Emilio de Justo estuvo a la altura de lo que se esperaba, a pesar de las orejitas presidenciales. Zambullido, un animal que no fue parado de salida, acudió tres veces al caballo, la tercera por su cuenta. El coso parecía una capea. Hasta que Morenito de Arlés puso un poco de orden. Con la muleta el animal exigió un torero y las cosas bien hechas, es lo que imprime la casta, y De Justo comenzó doblándose con su enemigo levantando los primeros olés de la tarde. En las primeras series de redondos el cacereño tuvo que tragar con valentía las acometidas del burel llenando de emoción el albero. Alguien pregonó por la andanada: así se le puede a la casta, toreando. En el toreo al natural consiguió hacerle pasar jugándosela. ¡Qué emoción ofrece un toro junto con la disposición de un torero! Una pena que pinchara en el primer intento. Al quinto le pusieron de nombre Valentón y a decir verdad o mentira, al animal le tapó sus virtudes el presidente al conceder la vuelta al ruedo. En el caballo no se empleó y en la muleta fue un buen toro que De Justo entendió desde el inicio de faena, recetándole unos derechazos sin descomponer la figura y rematados para dentro. Al intentarlo al natural el toro le ganó la partida y en la siguiente tanda consiguió meterlo en la muleta atemperando su acometividad. Remató la faena recogiendo al toro en el tercio con muletazos por bajo que rompieron las gargantas de los presentes, tanto toro como torero ofrecieron lo que adolece la fiesta, "emoción". Solo le faltó al toro morir en los medios, pero se acunó en tablas…

Y vamos con Tomás Rufo. El talaverano se vio las caras en primer lugar con Cuarenta y Tres, otro medio toro que los veterinarios sentirían vergüenza al verlo en el ruedo, pero la faena de falta de respeto ya estaba hecha, faltaba la del torero. El burel hizo una fea pelea en el caballo y salió suelto las dos veces que entró al montado. El matador comenzó la faena de hinojos en donde el viento era menos intenso. Comienzo que llenó de olés el “templo del toreo”. Pero ya lo pregonan los que saben de esto, el toreo es de pie, así se inventó y así se admira. Cuando se puso a torear lo hizo en redondos y le faltó acoplarse, hasta que se enteró que el pitón bueno de su enemigo era el izquierdo. Lo intentó por ese pitón pero con más voluntad que acierto, aunque consiguió algunos naturales rematados para dentro y sin descomponer la figura. A su voluntad le faltó convicción y remate. Al pasarse de faena el animal se fue apagando como una vela. En el sexto, de nombre Centenero, intentó lucirse con el capote y consiguió unos lances templando las acometidas de su enemigo. El animal acudió al caballo sin que nadie lo pusiera en suerte y cuando llegó al último tercio la muleta del torero no estuvo a la altura de su enemigo, que necesitó mando y colocación y esas dos virtudes no aparecieron en la labor del matador, que adoleció de los recursos que da la experiencia y que exige la casta.

©Pepeíllo.

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