viernes, 7 de octubre de 2022

Plaza de toros de Las Ventas del Espíritu Santo

Corrida de toros. 4ª de abono, Feria de Otoño.

“Al poder y al arte lo límito el ganado”

Ganadería

Se corrieron 6 astados de la ganadería de El Pilar, encaste Domecq Díez en la línea de María Antonia Fonseca. 4 cinqueños y dos cuatreños. De variada presentación, el tercero y el quinto fueron protestados de salida por falta de trapío, este último era un novillo con cuatro años y los aficionados no se cansaron de recordarle al palco sus exigencias con el mensaje de: Toro, toro, toro… En cuanto al juego fue una corrida deslucida, todos fueron cortados por el mismo patrón; sin gota de casta y blandos que llegaron a la muleta con las fuerzas justas. restándole emoción a sus labores. El segundo y cuarto fueron pitados en el arrastre.

Terna:

  • Diego Urdiales. De verde y oro. Estocada marcando los tiempo. Silencio. En el cuarto estocada delantera y tendida. Silencio.
  • Juan Ortega: De azul marino y oro. Dos pinchazos, intentó descabellar y los aficionados se lo recriminaron. Entró de nuevo a matar y cobró una estocada tras aviso. Silencio. En el quinto estocada. Vuelta al ruedo tras petición.
  • Pablo Aguado: De azul pavo y oro. Estocada desprendida, atravesada y tendida. Aplausos. En el sexto dos pinchazos y dos descabellos tras aviso. Silencio.

Presidente: D. Jesús María Gómez Martín

En el quinto hubo petición minoritaria y el presidente negó el trofeo a Juan Ortega. Los aficionados le recordaron que los reconocimientos están para no permitir que salgan al ruedo novillos de cuatro años.

Cuadrillas y otros.

El coso recibió una buena entrada, aunque se vieron algunas zonas de cemento. Al terminar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en recuerdo del torero Luis Alfonso Garcés, torero considerado de Madrid, que falleció hoy a los 83 años de edad. En la labor de los toreros de plata Iván García y Pascual Mellinas, se lucieron en el sexto con las banderillas. Sin embargo en el tercero Mellinas no vio claro al toro al cuartear y el animal hizo hilo y tuvo que tomar el olivo.

Comentarios:

El ganado de El Pilar defraudó. Llegaron a la muleta con un tono cansino de media embestida y en un estado cadavérico. Los toreros recogieron el fruto del lote que le correspondió.

Las condiciones del ganado  encajaron mejor en Juan Ortega y Pablo Aguado que en Diego Urdiales. En esta ocasión el toreo poderoso y clásico de Urdiales no encajó ante la descastada, falta de fuerzas, nobleza y media embestida que mostraron los toros salmantinos. Por este motivo el riojano en su primero de nombre Ninito, que empujó en la primera entrada al caballo y en la segunda el piquero se limitó a marcar el castigo, cuando llegó a la muleta y después de fijarlo en los medios el animal no podía ni con su alma y en cuanto lo sometía, perdía las manos. Lo pasó en redondos y al natural a media altura, el poco recorrido del astado dejó oscurecida la labor del torero. El cuarto de nombre Dulcero manseó en varas y en el último tercio mostró media embestida que restaba protagonismo a Urdiales.

El primero de Juan Ortega de nombre Liebre, lo recibió con unas verónicas de lujo. El animal hizo una fea pelea en el caballo. En la faena de muleta lo sacó a los medios con unos redondos con mucho sabor impregnados de temple y hondura. El animal no se salió del guión de sus hermanos anteriores, sacó a relucir media embestida y sin ninguna transmisión a los tendidos. El matador intentaba rematar los muletazos pero sin conseguirlo. El quinto, segundo de su lote, atendía por Jacobero. En el caballo romaneó y se dejó pegar, nada más. Juan Ortega trató de meterlo en la muleta sacándolo a los medios con unos trincherazos de cartel y unos doblones con la pierna flexionada, que levantaron los olés de los tendidos. Continuó con una serie de derechazos templados y rematados en la cadera, eso era torear. Con otra tanda con la derecha se pudo comprobar que el torero puso en evidencia a su enemigo ya que no tuvo nada que ofrecer, solo nobleza.

Pablo Aguado recibió a Potrico, protestado por falta de trapío, con unas verónicas caras, llevando a su enemigo metido en el percal y con una suavidad excelsa. A pesar que el torero puso el sentimiento, el toro no puso la emoción, aún así dio unos muletazos de recibo para no olvidar, templados y con mando. Pero comenzó el toro a quedarse cortito y la simbiosis torero-toro, desapareció. Al natural no consiguió ajustarse a la corta embestida de su enemigo ya que no había materia prima. El que cerraba plaza de nombre Mirabero recibió un severo castigo en el caballo mientras empujaba en el peto. Cuando el torero quiso bajarle la mano en la faena de muleta, el animal dobló las manos. Tuvo que pasarlo a media altura, pero ni el toro ni el torero llagaron a sintonizar con los tendidos.

©Pepeíllo.

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