sábado, 17 de agosto de 2024

La proeza incompleta de Sánchez Vara con seis toros de Casta Navarra


Tafalla, Navarra. 17 de julio de 2024. 

Seis toros de Miguel Reta de Casta Navarra, con Javier Sánchez Vara como único espada.


La decimonónica plaza de toros de Tafalla fue el lugar escogido por Sánchez Vara para realizar la gesta de matar seis toros de Reta de Casta Navarra. Con los tendidos colmados hasta la bandera, a las seis de la tarde rompió el paseillo con el diestro alcarreño vestido de azul marino y oro, y con un precioso capote de paseo negro con la imagen de Jesús el Pobre bordada; los sobresalientes de la tarde fueron Alberto Pozo y Emilio Serna. La hazaña estaba a punto de comenzar.


Se abrió la puerta de toriles y, tras un breve recibo capotero, el matador decidió colocar a Veleto en los medios, siendo picado por el varilarguero en la querencia. Lo que parecía algo excepcional, rápidamente se convirtió en la tendencia del resto de la corrida, para el consecuente enfado de los espectadores, incapaces de comprender el motivo por el que Sánchez Vara ni intentó forzar el encuentro entre sus oponentes y el jaco en la contraquerencia. Tampoco se entendió que, en un evento de este calibre, la tónica general fuera la de asestar un sólo puyazo. Modas actuales tan arraigadas de las que uno no se puede desprender aun estando transportado dos siglos atrás. En cuanto a la empleabilidad de las reses, el comportamiento fue desigual, aunque la mansedumbre y la dureza destacó en la mayoría de ellas.


A partir de ahí, la tarde transcurrió con la normalidad habitual de cuando los toros que aparecen por chiqueros se salen de lo convencional, pues se les hizo lo opuesto a lo correcto. La lidia requerida por las reses navarras debía de ser de una delicadeza suma, con capotazos bajos para atenuar la tendencia de los animales a cabecear y a salir con la cara alta, pero no fue así. Cualquier capotazo era válido, y cualquier momento era el idóneo para intentar colocar banderillas; se acabaron poniendo de una en una. Aún así, destacó la labor de Francisco Javier Tornay y de Venturita, que acabaron desmonterándose. Dio la sensación de que el disposición que le faltó al matador la adoptaron los de plata.


A pesar de todo, todavía quedaban esperanzas de que toro y torero formaran alguna estampa para el recuerdo en el tercio de muleta y recrearan aquellas escenas que en su día pintó Goya. La realidad fue que al genio aragonés no le hubiera dado tiempo ni a coger el pincel dada la brevedad con la que Sánchez Vara se empleó con la franela. Eso sí, hasta al pintor más torpe hubiera sido capaz de crear una obra de arte de grandes dimensiones si nos ceñimos a la duración empleada en terminar con la vida de los animales; el matador vivió un auténtico calvario con la espada.


La corrida la salvó el tercero, de nombre Rabón, colorado, ojo de perdiz y veleto. Un toro lleno de casta al que, tristemente, sólo se le permitió una entrada al caballo. Tras un buen tercio de banderillas, el diestro ofreció las dos únicas tandas de naturales que se vieron en toda la tarde. Fruto de la ilusión y emoción de la hazaña, la predisposición del público era tal que aquellas tandas hubieran sido suficientes para cortar una oreja, si no llega a ser por la odisea que sufrió con los aceros. Colocado fuera de sitio, entró a matar con tan poca fe que necesitó cuatro intentos hasta que, tras una media estocada tendida, el animal cayó. Se le concedió la vuelta al ruedo.


Finalmente, el sexto toro fue devuelto por lesión y salió por chiqueros el primer sobrero. El animal de la ganadería navarra de Hnas. Azcona, que devolvió a los presentes al siglo XXI. Más voluntarioso que artístico, cortó una oreja, que servía como reconocimiento al esfuerzo y al valor de querer hacerse un hueco en las páginas de la historia de la tauromaquia.


En definitiva, aunque el curso de la tarde no fuera el esperado ni el deseado, es de justicia agradecer tanto a Miguel Reta como a Sánchez Vara la dignidad con la que dotan a sus respectivas profesiones y esperemos que más tarde que pronto nos brinden otro espectáculo que nos haga retroceder en el tiempo y nos abstraiga del hastío tan característico del toreo del siglo XXI.


Gonzalo Fernández de Barrena Machón









1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por una crónica que nos refleja con fidelidad y rigor lo sucedido en Tafalla.con buena pluma y concision