domingo, 16 de mayo de 2010

15 de mayo de 2010: De vacío

Toros de: Garcigrande, y dos, 4º y 5º de Domingo Hernández, encaste Juan Pedro Domecq.
Terna:
Julián López “El Juli”: Sebastián Castella: Daniel Luque

Preside la corrida D. Julio Martínez Moreno


Llegaron las figuras y todas, sin excepción, se fueron de vacío. Ninguna de ellas llegó a levantar de sus asientos ni al público triunfalista tan siquiera, y lo que más llama la atención es que esas figuras, que pisan las plazas de la geografía española y limítrofes, todo lo traen preparado, no hay nada que pueda hacer saltar la sorpresa, pero claro, lo único que aún no han llegado a controlar es a la afición, y no será porque no lo han intentado a través de los medios de comunicación partidistas y rayando la corruptela.

Traen preparados los toros, elegidos por sus veedores, que escogen lo mejor de la ganadería y dentro de estos los animales más cómodos, por eso a veces dan la impresión, como ocurrió ayer, que algunos de los pupilos de Garcigrande estaban afeitados, como el segundo y el quinto, pero seguro que no, lo más probable es que fueran cómodos de cabeza, pero cuando derrotaban en tablas y se escobillan los pitones, la afición, que es digna de pensar libremente, igual creyó que esos pobres animalitos habían pasado por el mueco. Después viene la composición del cartel. Claro, estos taurinos no permiten que su torero comparta cartel con otro que pueda hacerle sombra y levantarles el tinglado que tienen montado. De eso nada, por estos motivos es muy sospechoso que si la figura de cartel no tiene su tarde, todos, en buena compañía, corran la misma suerte para no molestarse entre ellos.

El Juli, figura donde los haya, venía muy motivado y con la intención de demostrar en Madrid que está en un momento dulce de su carrera, y para ello tuvo la ocasión que ni pintada en su primer enemigo, un toro que metía la cabeza como si lo hubieran criado para ello, pero el maestro, haciendo gala de lo que mejor sabe hacer, le pegó cuatro redondos largos con mucho temple y bajando la mano que levantaron los oles del público, pero el toro exigía más, y el torero no estuvo dispuesto a darlo, no porque no quisiera, sino porque no sabía. El Juli es un torero de temple y con ello le valen todos los toros, pero cuando una afición le exige colocarse en su sitio y que las orejas en Madrid las corta el torero que se deja las ventajas en el hotel, se desvanecen todas las ilusiones, supongo que las del torero y las de los aficionados, que aunque exigentes, esperan con ilusión que estos toreros ventajistas dejen de serlo alguna vez.

Mató mal y, claro, las pasiones de su público se ahogaron con la suerte suprema. En su segundo, y con la decepción dentro del cuerpo, se limitó a meter el pico en todo lo que intentó y hasta los pases de pecho eran de segunda clase, donde solo aprovechaba el viaje del toro. Alguien debe aclararle a este torero que cuando se abre cartel hay unas responsabilidades que hay que cumplir y es, la de director de lidia. Ayer El Juli se inhibió durante toda la tarde de esa responsabilidad.

El primero de Castella fue un inválido que salía suelto de los capotes y no hubo ningún torero que supiera fijarlo. En el tercio de banderillas los peones mostraron una incapacidad supina, dejando el morrillo como una verbena. Nadie dijo ni pío, y menos los isidros. En la faena de muleta el toro no colaboró con las intenciones del torero, porque al doblarse con él en los primeros compases de la faena, el toro, aunque noble, no aguantó el envite. Todo lo que vino después fue un quiero y no puedo, donde el aficionado pudo sentir lástima del toro y pena del torero, que se atreve a venir con estos inválidos. En su segundo, y ante una porquería de toro y para más vergüenza de los aficionados que habían asistido al espectáculo, sospechoso de pitones, las únicas sensaciones que sacaron los presentes era que mejor era olvidar y pasar página.

Daniel Luque
, en su primera aparición después del rotundo fracaso de su última actuación en esta plaza, se encontró en su primer enemigo con algo que seguramente no contaba, su bravuconería y algo de casta, y claro, su cuadrilla, como muchas, no están acostumbradas a lidiar este tipo de toros. Con la muleta sacó a relucir toda serie de ventajas que decepcionaron a los asistentes, aunque hubo quien no esperaba nada de este torero. En su segundo, un toro con la divisa equivocada, salió topando con los capotes, y ningún torero tuvo la dignidad de echarle el capote abajo para fijarlo. Manseó en varas en lo poco que lo dejaron ver. Con la muleta el toro reclamaba un torero que supiera meterlo en la faena, ya que acudía al engaño con la cara alta y claro, el torero no supo o no quiso emplearse en esta labor . No tuvo ni la vergüenza torera de matar con dignidad y le recetó un sartenazo en las costillas que alguien, con algo de lo que hay que tener, se hubiera planteado, incluso, el cortarse la coleta.

©Pepeíllo

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