sábado, 19 de mayo de 2012

18 de mayo de 2012: Ni una a derechas


Toros. De Fermín Bohórquez. Encaste Murube. El quinto fue devuelto, en su lugar se lidió un sobrero de Encinagrande. Procedencia Domecq
Terna:
  • Miguel Abellán: Estocada de bonita ejecución perdiendo la muleta. División de opiniones cuando saluda. Estocada trapera saliéndose de la suerte. Silencio.
  • Arturo Saldívar: Estocada tendida y caída perdiendo la muleta y descabello tras aviso. Silencio. Pinchazo bajo saliéndose, estocada casi entera y tendida Aviso. Silencio.
  • Víctor Barrio: Estocada baja entrando fuera de cacho y descabello. Silencio. Bajonazo infame. Silencio benevolente.

Suerte de varas: El encierro que trajo Bohórquez estuvo mal presentado y escaso de fuerzas. Hacía mucho tiempo que no comparecía esta ganadería en corrida ordinaria y debería haber esmerado la presentación y haber llenado algo el depósito de casta de los toros . Algunos animales salían al ruedo sin ninguna codicia. Destacar un par de Miguel Martín al tercero de la tarde.
  • Primero: Sabático: Un inválido que el presidente se obstinó en mantener en el ruedo. La suerte de varas fue un puro simulacro
  • Segundo: Malvista. Se deja pegar, pero el picador no lo castiga. Protestas. Muestra blandura el astado y el piquero se limita a marcar el segundo puyazo.
  • Tercero: Resultón. No se entrega en el castigo. En la segunda vara el piquero marca sólo.
  • Cuarto: Oscurito. No se empleó en las dos veces que acudió al montado.
  • Quinto: Tornillero: Pierde las manos cuando entra al caballo. No lo pica y se derrumba ante el montado.
  • Sexto: Mazagato Pica trasero el montado, para no perder la costumbre. Cita toreando a caballo, pero cuando el toro se arranca marra el puyazo. Una pena.
Presidente: El sainete que montó el Presidente comenzó en el primer toro, con signos evidentes de invalidez, lo mantuvo en el ruedo a pesar de las protestas, pero D. César, hizo caso omiso a los que pagan y decidió tener contentos a los manejan este negocio. El sabe que los aficionados por mucho que se quejen, al día siguiente vuelven, pero los empresarios, no, en cuanto esta plaza deje de ser negocio desaparecen y claro hay que tenerlos contentos.


Los terna de hoy hizo olvidar a la del día anterior y seguramente, si esto sigue así, que seguirá, ya que no hay en el horizonte visos de cambios, la de mañana hará olvidar a la de hoy. Así va la feria. Los toros mal presentados, mansos sin gota de casta y con las fuerzas justas, algunos para rodar por la arena, aburrieron al personal hasta el hastió. A continuación pasaron por el escaparate del albero venteño los toreros, que con su actuación dieron la puntilla definitiva a la tarde, llenándola de sopor y de desidia. Muchos aficionados comentaban: esto no hay quien lo aguante, y los mas transigentes se ponían a hablar con los vecinos de su localidad, mientras el coleta de turno se jugaba la vida ante un enemigo “fiero y codicioso que vendía cara su muerte”, de nombre, claro. Fíjense si eran fieros que Víctor Barrio se colocó en centro de la boca de riego de la plaza a recibir a su primero por talaveranas. Los aficionados que aún atesoran en su retina algún hecho de años pasados, cuando los toros salían de chiqueros comiéndose los capotes y había que pararlos, sometiéndolos, pensaron que el torero era un temerario por la hazaña que iba a realizar. Nada de eso se cumplió. Ni los toros, ni los toreros son como los de antes, ni el público tampoco y pronto se dieron cuenta que habían valorado en demasía al torero, ya que el toro cuando llegó a jurisdicción se comportó de una manera extraña, como si alguien ya le hubiera hecho la faena en los corrales.

Miguel Abellán le recetó una estocada a su primero recibiendo, que aunque perdió la muleta fue de bonita ejecución. En la faena con la franela se limitó a componer la figura, como si saliera de las series descubriendo el toreo. No se cruzó en ningún momento de la faena al invalido y su toreo fue tan vulgar que no fue comprendido por los espectadores, lo que si caló en los tendidos fue el sopor a que sometió a los asistentes. Su segundo enemigo, un novillo, o un medio toro, como mejor les venga, le puso en bandeja el triunfo, ya que metía la cabeza con claridad, pero el torero no estaba dispuesto a mejorar la actuación anterior, así que continuó con la misma tónica, pero de tanta vulgaridad se sacó de la muleta un derechazo templado y largo que si llegó a los tendido, pero sólo uno, no quería emborrachar a la concurrencia con su excelso arte, sería que no lo merecía.

El primer toro de Saldívar, sin trapío y sin cabeza para no desmerecer de la línea de sus hermanos de camada, mostró una blandura impropia de un ejemplar de lidia. Ya con la franela el torero mejicano comenzó adornándose con un molinete y un cambio de manos, pero cuando llegó la hora de torear, que para eso se vistió de luces, lo hizo corriendo bien la mano en redondos pero descargando la suerte, y claro, eso no gustó mucho a los que pagaron por ver torear. Al natural embarcaba bien al toro, pero remataba para fuera los muletazos privándolos de la hondura necesaria para levantar los oles de los tendidos. El toro fue una autentica babosa, que ponía la cabeza allí donde le marcaba el torero, pero más no podía hacer el pobre animal. Su segundo, un manso y flojo de remos, no soportó a la lidia que lo sometió el torero, El presidente lo tenía que haber devuelto a los corrales como hizo con el anterior, pero lo mantuvo en el ruedo ¿en beneficio de quién? De los mismos de siempre y estos precisamente no son los espectadores que pagan. Toreando al natural el torero se cayó en la cara del toro y este no tuvo fuerzas ni para cornearlo, hecho que agradeció el torero y la concurrencia.

El primero de Víctor Barrio salió al ruedo mostrando una evidente escasez de fuerza y de trapío y a pesar de esto, ningún torero fue capaz de recogerlo. Este hecho es un mal del que adolece el toreo moderno y de todo aquel que lo practica. Al toro le costaba humillar y terminó subiéndose a las barbas del torero que lo desarmó en cuanto se descuido el coleta. Fue un manso peligroso y el torero no mostró los recursos necesarios para este ejemplar. Los aficionados que predecían ya la faena de antemano decían: que salga el siguiente. Su segundo un manso y blando para lo que había sido seleccionado, lo recibió el torero con un pase cambiado, y en cuanto le bajó la muleta el animal clavó las manos en la arena. Fue una faena insulsa, no hubo ni toro ni torero. Si con lo que les he contado creen que aún quedan ganas de volver a la plaza, los aficionados no han entendido nada de lo que se ha visto hasta la fecha.


©Pepeíllo

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