lunes, 5 de junio de 2017

4 de junio de 2017. "Presidentes que juegan a empresarios"

Ganadería

Hijos de Celestino Cuadri. Encaste propio. El juego que dio el ganado de Trigueros fue de mansos, en general descastados y blandos. La afición venteña salió decepcionada del juego ofrecido... 

Terna:
  • Fernando Robleño: De Añil y oro. Pinchazo arriba y estocada baja. Silencio. Metisaca, y estocada en los bajos, tirando por la borda el reconocimiento del valor que había mostrado. Aplausos que el torero con honradez no quiso corresponder con el saludo. 
  • Javier Castaño: De teja y oro. Tres pinchazos, aviso y tres descabellos. Le protestaron al matador que descabellara sin clavar el estoque. Silencio. Metisaca, estocada tendida y descabello. Silencio.
  • José Carlos Venegas: De rosa y oro. Pinchazo bajo, aviso y dos descabellos. Silencio. Estocada infame. Bronca.
Presidente: D. Justo Polo Ramos

Un presidente cuando juega a empresario, se expone a que el público le muestre su cara más hostil. Eso fue lo que ocurrió en el sexto, un toro protestado por inválido. Ya en el primero se sintieron engañados, un animal no apto para la lidia y el usía ignoró las protestas. La tarde tomó un cariz que a nadie hubiera extrañado que los aficionados intentaran tomar el ruedo, ante la ineficacia de un palco y las provocaciones continuas de una empresa con una gestión lamentable, que junto a la vergonzante posición que han tomado determinados medios de comunicación, solo cabe una palabra para resumir lo ocurrido: “Vergonzoso”.

Suerte de varas: 
  1. Teniente, 548 Kg. Negro. Manso, inválido y descastado. Pitado en el arrastre.
  2. Sembrador. 609 Kg. Negro listón. Cumplió en el caballo y se rajó en la muleta.
  3. Misterioso. 553 Kg. Negro. Manso y peligroso. Una alimaña en la muleta
  4. Pantanoso. 590 Kg. Negro. Manso y descastado. 
  5.  Artillero. 603 Kg. Negro listón. Manso encastado que llegó a la muleta con mucho peligro.
  6. Embustero. 575 Kg. Negro. Manso, inválido que rompió en la muleta.
Cuadrillas y otros: 

Ante tres cuartos de aforo, se celebró la 24ª corrida del ciclo ferial de San Isidro, donde la temperatura fue muy agradable, también para los tendidos de sol.

Al terminal el paseíllo se guardó un minuto de silencio por el atentado de Londres el día anterior.

De lo ocurrió en el ruedo hay que destacar que en el segundo de la tarde se desmonteraron tanto Marco Leal y Fernando Sánchez, destacando en la lidia, Marco Galán. En el quinto volvió a desmonterarse Fernando Sánchez.

En la parte negativa sorprendió a los aficionados que tanto David Adalid, un valiente rehiletero, y su compañero Juan Carlos tirado, encontrase muchas dificultades al parear a su enemigo. Tuvieron que pasar siete veces por la cara del toro para colocar las cuatro banderillas reglamentarias. Un verdadero suplico para ambos toreros.

Comentarios:

Ayer rugió la afición venteña y arrastró con sus vindicaciones a todos los espectadores presentes, en su lucha porque la seriedad vuelva al albero de Las Ventas, tratando de mostrar al palco que con la fiesta no se juega, como hizo el presidente de turno, D. Justo Polo Ramos, que en una aptitud más propia de una persona afín a la empresa adjudicataria, estuvo a punto de provocar un motín, con todos los aficionados gritando al unísono, “Fuera del Palco”. Si a este señor, junto a alguno de sus compañeros, les mueve la más mínima afición a la fiesta, su dimisión irrevocable debería estar ya encima de la mesa de sus superiores, Cualquier otra solución son paños calientes que dejarían en una situación muy comprometida a la autoridad.

Fue notorio que los toros de Cuadri reunieron en la plaza a un alto porcentaje de aficionados que han desistido a acudir a las Ventas por los vergonzantes espectáculos que se ofrecen. Los del clavel y los espectadores festivaleros, se tomarían el día de descanso. Lo suyo es el “Gin tonic” y solicitar trofeos a las figuras. Nadie los echo en falta, salvo el empresario, pero si el hecho es motivo de recapacitación para no continuar jugando sucio con la fiesta, bienvenida sea su ausencia. 

La tarde iba cuesta abajo ya que el ganado estaba sufriendo el peor estigma que puede tener una ganadería, la falta de fuerzas y de casta. Pero a partir del cuarto la tarde se fue recuperando en una medida que tampoco convencía a nadie. El cuarto, un manso con casta, devolvió la emoción al ruedo, dando lugar a que Robleño se fajase con su enemigo. El animal entablerado en querencias y el torero con el valor por delante, intentó demostrar que cuando se quiere se puede. Al toro le costaba tragarse los muletazos y el torero lo intentó cambiándole los terrenos. En los medios le recetó dos derechazos que supieron a gloria, pero el animal buscaba el amparo de las tablas y cuando lo consiguió, el matador tuvo que jugársela. Pero todo lo que había conseguido, lo emborronó con un bajonazo infame. A pesar de ello el público le regaló una ovación que el torero tuvo a bien declinar no correspondiendo con un saludo, ya que el mal estaba hecho. Con este detalle demostró, tanto su profesionalidad como su honradez torera. En su primero y dada la tomadura de pelo a que fue sometida la afición por el presidente, por no devolver a un animal inválido, el torero no tuvo ocasión de demostrar sus ganas de agradar. 

Y salió el sexto, otro inválido que le dio de nuevo al presidente la ocasión de seguir jugando a empresario. Pero en esta ocasión no coló la jugada. Los aficionados rugieron como hacía años que no lo hacían, dándoles pie a que los tragaldabas de periodistas en la nómina de la empresa, junto con toreros retirados, corten con sus cuchillos verbales la yugular de esos aficionados que se atreven a protestar en defensa de la fiesta. Los toreros de plata no tuvieron su tarde. En banderillas tanto Adalid como Juan Carlos Tirado tuvieron que pasar siete veces, se dice pronto, siete veces, para dejar cuatro palos en el morrillo de su enemigo. Nadie creía que un torero de plata como David Adalid, pasara en falso ante un enemigo que luego se vio que no fue tan marrajo como lo vieron ellos. El toro rompió en la muleta gracias a la voluntad de José Carlos Venegas, que a base de tesón y de valor fue metiéndolo en la pañosa hasta que consiguió sacarle lo que nadie creía que tenía. Pero debido a su corta experiencia cometió un error de bulto. Quiso adornar la faena con unas bernardinas creyendo que se encontraba ante un toro “domecqticado”, y al primer envite el animal se lo echó a los lomos, como era su obligación. Es lo que tiene la casta. Lo dejó hecho un cromo, y con la estocada tiró por tierra todo el esfuerzo realizado hasta el momento. Le dio un sartenazo al animal que los aficionados salieron despavoridos del coso. Una pena, torero. Su primero fue una alimaña. El animal pegaba tornillazos desde el comienzo de faena, y en lugar de lidiarlo, y que alguien le hubiera dicho que lidiar es también torear, el torero quiso sacarle lo que no tenía poniéndose bonito y al tercer muletazo se lo llevo por delante sin consecuencias aparentes. El torero en este caso se la jugó sin necesidad. 

El primero de Castaño fue un toro que llegó a la muleta sin recorrido ya que fue sometido a una lidia muy exigente. El torero lo intentó tanto en redondos como al natural, pero el animal no respondió por ninguno de los dos pitones, y terminó defendiéndose en la pelea. En el quinto el torero no estuvo muy acertado, ya que ante un manso encastado trató de someterlo con muletazos por alto en lugar de bajarle la muleta. Después basó su faena intentándolo tanto con la derecha y por la izquierda pero no encontró la fórmula de bajarle la mano e intentar enseñarle quien era el que quería mandar. El animal se defendió buscando la presa que dejaba atrás, y al final terminó rajándose. 

©Pepeíllo.

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