martes, 29 de mayo de 2007

San Isidro 2007 18ª: Negocio redondo

27-5-2007

Cinco toros del Conde de la Corte y uno de Dña. María Olea. Encaste: Conde de la Corte.

  • Antonio Barrera: Pinchazo, casi entera desprendida y dos descabellos. Silencio. Pinchazo arriba recibiendo, pinchazo y casi entera. Aviso. Silencio.
  • Iván Vicente: Estocada arriba saliéndose de la suerte. Aviso. Vuelta por su cuenta. Dos pinchazos y seis descabellos. Aviso. Silencio benevolente.
  • Iván García: Pinchazo, estocada casi entera caída y atravesada. Silencio indiferente. Dos pinchazos, uno bajo y un descabello. Silencio.

Preside la corrida D. Julio Martínez Moreno. Asesor: José Cabezas Porras, Joselito Calderón.


Esta corrida se celebra en verano y no se llena ni la mitad de la plaza. En el cartel tres toreros jóvenes y modestos que intentan abrirse camino en esta difícil y selecta profesión, donde no sólo llega el que más condiciones reúne, sino el que más padrinos tiene, y de este grupo diré que no todos. El cartel de no hay billetes. El ganado del Sr. Conde de la Corte, que visto su juego, de saldo, vamos, que se lo regalan a más de un empresario y no lo quiere ya que en lugar de hacer afición espanta de las plazas a la gente, menos en Madrid, aquí todo vale, y como dije, tres espadas modestos y, por si algo fallaba, allí estaba el Usía acompañado del asesor, Joselito Calderón, para mantener en el ruedo al primero y al segundo, dos toros que en realidad eran dos auténticos cadáveres. Todo ello Negocio redondo.

En cuanto a la oportunidad que se les ofreció a los matadores fue como echar a galeras a tres jóvenes para que vayan aprendiendo el difícil camino que hay que recorrer en esta vida antes de obtener el éxito. Lo que ocurre es que algunos de ellos de su misma profesión, y que se llaman toreros, lo obtienen casi antes de nacer. Demasiado consiguieron en salir de la plaza por su propio pie, y si me apuran tuvieron la gran suerte de que algunos de los toros fueron unas almas de la caridad, como le pasó a Antonio Barrera en su primero, un noblote animal que no tenía ni pinta de toro de lidia, inválido que se le quedó a la mitad de la suerte en un natural y se lo pensó tres veces antes de cogerlo, tiempo que le dio al torero para poner arena por medio. A todas las dificultades anteriores hay que unir el aire que estuvo presente durante toda la lidia y que dificultó la labor de los coletas.

La mansedumbre fue el denominador común de la corrida, supongo que el mayoral tomaría buena nota del comportamiento de sus pupilos para llevar en el futuro una selección más depurada en el ganado si no quiere que la ganadería termine en el matadero que sentirían los aficionados.

Antonio Barrera le tocó en suerte un primer animal que no parecía ni toro. Al recibirlo de capote le costaba doblar para seguir embistiendo, llegando a pararse para darse la vuelta. Ese defecto lo vio todo el mundo menos el presidente, claro. El toro sacó tan pocas fuerzas que le costaba mantenerse en pie, pero el Usía apostó por él, y claro, perdió, lo que ocurre es que con su decisión alguien ganaría, creemos que el empresario. En el cuarto de la tarde, un toro manso de escuela que se dejó pegar en el caballo, lo recibió con un pase cambiado desde los medios, pero cuando se puso a torear el toro necesitaba un torero con oficio, ya que en los pocos muletazos que consiguió embarcar a su enemigo éste metía la cabeza con claridad e incluso llegó a hacer el avión, pero había que mandar y por supuesto quedarse en su sitio y eso fue lo que no demostró el coleta.

Iván Vicente le sacó algunos muletazos al segundo de la tarde, pero como la faena no tuvo continuidad, no caló en los tendidos. En su segundo, un toro sin fijeza y que nadie se atrevió a parar, campeó a sus anchas sobre el albero y cuando lo recibió de muleta le recetó unos pases de castigo y con esto se le acabó el cuento al toro. Lo que ocurre es que se le acabó el cuento y las pocas ganas de embestir que tuviera.

Iván García tuvo muchos problemas para fijar al caballo a su primero y después de muchos intentos, y muchos capotazos, el toro se fue al picador de reserva sin que nadie se pusiera por medio para evitarlo. En las banderillas que puso destacó el primer par, que casi se asomó al balcón, los restantes fueron vulgares. Con la muleta se le vio desconfiado, con la muleta retrasada y fuera de cacho. Por el pitón izquierdo rebañaba con saña el toro. El sexto de la tarde empujó en el caballo, pero el picador, después de lo visto, no se esforzó en picar en su sitio. El toro acabó refugiado en tablas y de allí no le sacaba ni la guardia civil.

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