martes, 29 de mayo de 2007

San Isidro 2007 19ª: Decepción

28-5-2007

Corrida de novillos. Novillos de La Quinta. Encaste: Conde de Santa Coloma en la línea de Javier Buendía.

  • Benjamín Gómez: Pinchazo arriba tendida, estocada baja atravesada perdiendo la muleta. Silencio. Estocada larga perpendicular y dos descabellos. Silencio.
  • Miguel Ángel Calas: Seis pinchazos y dos descabellos. Aviso Silencio. Dos pinchazos, estocada delantera. Silencio.
  • José María Lázaro: Dos Pinchazos, aviso, estocada arriba. Aplausos para el torero y al novillo en el arrastre. Estocada. Oreja.

Preside la novillada D. Trinidad López Pastor.


Mucho habían apostado los aficionados con esta novillada, y no era para menos, ya que el encaste de Santa Coloma hacía presagiar una buena tarde de toros, pero fueron saliendo los novillos al albero y su juego, fundamentalmente en el tercio de varas, fue llenando de decepción a los esperanzados aficionados. Pero eso no fue todo, los novilleros tampoco estuvieron muy acertados al ponerlos en suerte y eso es fundamental en animales de este encaste, porque una buena lidia puede cambiar su comportamiento, y si se hubieran hecho las cosas medianamente bien hoy estaríamos hablando posiblemente de otra manera.

Otro de los defectos que acusaron los toreros fue que los novillos no fueron parados de salida, y ese es un problema que hace que el animal campee a sus anchas por el ruedo de un picador a otro, recibiendo infinidad de mantazos y aprendiendo lo que no deben. A pesar de eso no mostraron en la muleta el peligro típico de este encaste. La novillada estuvo muy bien presentada, ya que algunos de ellos podían haber pasado por toros.

Los novilleros estuvieron voluntariosos y el que mejor lote se llevó fue José María Lázaro. Recibió a sus dos enemigos a portagayola y su primero, un novillo que no se empleó en el caballo, llegó a la muleta pidiendo pelea y acudía a todo envite que el novillero le ofrecía. Le dio una serie de redondos muy templados, seguida de otra serie con un cambio de manos muy torero, pero con el problema del toreo moderno, es decir, cortando las series con tres muletazos, cerrar con el de pecho y salir de la cara del novillo garboso, buscando los aplausos del respetable. Eso se puede hacer con toros que presenten dificultades y que necesiten series cortas, pero con este tipo de novillo era para haberse hartado a torear y haber dado series de siete y ocho muletazos. Pero para eso hay que mandar y si no lo hacen los figuras, cómo lo van a hacer los novilleros. No obstante, estuvo muy voluntarioso, y si no hubiera sido porque falló a espadas, se le hubiera concedido un trofeo. En su segundo, otro novillo de lujo que se tragaba los dos primeros muletazos con claridad en cada serie, exigía a partir de aquí que torero hiciera todo lo demás y claro al no poder con él, la faena fue bajando de nivel.

El primero de Benjamín Gómez fue el novillo peor presentado de la corrida y llegó cabeceando a la muleta, defecto que el novillero podía haberle corregido, pero no lo hizo y confundió la cantidad con la calidad, pero quedando descolocado en cada pase. Su segundo, un novillo que no se empleó en el caballo, llegó a la muleta con las fuerzas justas, no obstante, tuvo la casta necesaria para ofrecer al novillero la oportunidad de torear, pero este no estaba por la labor y su faena se fundamentó en perder pasos y no pararse ni en el momento de matar.

El segundo de la tarde lo recibió de capote Miguel Ángel Cañas para sacárselo a los medios, pero no toreando, eso debe ser muy difícil ya que lo hacen muy pocos toreros, él fue ganando terreno pero cuando el toro había pasado. No confundamos. Fue uno de los pocos novillos que apretaron en el caballo, pero para no variar, fue picado trasero. En la faena de muleta citó desde los medios con la muleta recogida como un cartucho, pero cuando el novillo llegó a jurisdicción debió de oír el resoplido del tren y rectificó terrenos. Así cualquiera. En la faena de muleta intentó el toreo al natural pero sin cruzarse y metiendo el pico. Lo intentó en redondos pero el novillo se le quedaba corto. Su segundo fue un novillo sosote, que junto al aire que sacudía el ruedo venteño, le complicó la faena al torero, pero él seguía en sus trece del toreo moderno, es decir, fuera cacho y paso para atrás.

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