domingo, 25 de mayo de 2008

San Isidro 2008 16ª : Sin medida

23 de mayo de2008

Toros de: Victoriano del Río. Encaste: Juan Pedro Domecq.
Terna:
  • Morante de la Puebla: Estocada habilidosa algo atravesada. Un aviso y descabello. Silencio. Aviso, pinchazo, segundo aviso, estocada tendida, trasera y caída. Oreja con protestas.
  • El Juli: Estocada contraria atracándose de toro. Silencio. Dos pinchazos, estocada trasera, aviso y tres descabellos. Aplausos.
  • José M. Manzanares: Pinchazo y estocada desprendida perdiendo la muleta. Silencio. Estocada habilidosa tendida. Aviso. Aplausos.

Preside la corrida: D. Manuel Muñoz Infante

La suerte de varas se ha convertido casi en un trámite, porque salvo a los reducidos aficionados que asisten a la plaza, al público en general parece importarle poco, ya que sólo vibran con la labor del torero cuando toma la franela y le receta a su enemigo los doscientos pases que exige el toreo de hoy. También debe ser complicado para los ganaderos encontrar el toro que sea bravo y encastado con el caballo y después se deje torear con la muleta. Pero el que tiene en sus manos la llave del comportamiento del toro durante la lidia es el picador, ya que es quien debe aplicar la medida exacta del castigo que cada toro necesita.

En la corrida de ayer hubo de todo, toros escasos de fuerza, como el primero, segundo y sexto, otros que se dejaron pegar en el caballo como el tercero y cuarto, pero los piqueros anduvieron cargando el castigo sin medida y tapándole la salida como Barroso en el tercero, no obstante, este toro tuvo recorrido en la suerte de banderillas, hecho que le permito a J. J. Trujillo lucirse en dos pares, pero a la muleta llegó con poco recorrido y se encontró con un torero frío y una tarde de viento racheado, y la faena que le aplicó Manzanares estuvo llena de toreo moderno, es decir, fuera de cacho y sin temple. Si el picador hubiera medido el castigo posiblemente hubiera brindado la oportunidad a su matador de encontrarse con un toro distinto al que le dejó.

El que sí encontró la medida fue Morante a su segundo, un toro que derribó en el caballo motivado por la impericia del picador y que el segundo puyazo sirvió para cubrir el reglamento. El torero debió sufrir una transformación de personalidad, comparando su actuación con su primero, ya que realizó los dos quites al inhibirse El Juli en el que le correspondía. La faena de muleta fue larga y variada, con altibajos incluidos, tan larga fue que le dieron dos avisos y el torero seguía toreando, sin importarle que le dieran el tercero y le echaran el toro al corral. Dio series de redondos largos y templados y algunos muletazos con pellizco, como otros sacándose el toro para afuera, restándole con ello plasticidad a la faena. Realizó un abaniqueo vistoso acompañado de un kikiriquí y rematado con un molinete belmontino. La pena fue que pinchó y eso dividió a los sectores de la plaza en cuanto al trofeo concedido. Su primero no fue picado y durante la lidia mostró signos de flojedad y el torero no se acopló, pero sacó algún muletazo suelto con sabor torero.

El primero de El Juli, como dije, anduvo con las fuerzas justas, pero el principal enemigo que tuvo el torero fueron las rachas de viento que aparecieron durante la tarde. En la faena de muleta no se acopló a su enemigo y le tocaba el trapo en cada pase. En redondos tampoco se lució ya que se unió la escasez de fuerzas del animal con las ventajas que el torero sacó a relucir. A su segundo, un burel de finas agujas y de escaso trapío, el picador le castigó con saña y para ello se salió a los medios con el toro. Con la muleta estuvo dentro del toreo que se puede esperar de él. Dio unas series de redondos muy templados a media altura y cerradas con el de pecho, pero al natural no se acopló ya que el toro se quedaba corto y sufrió un desarme. Pero le dio un gran pase de pecho de pitón a rabo.

Su segundo, un toro justo de fuerzas, no fue picado las dos veces que entró al caballo, le dio dos series de redondos templados y a media altura, continuando con dos series de redondos ligadas y cerradas con el de pecho, pero al natural el toro no tenía recorrido y lo desarmó cuando el torero se puso en su sitio para provocar la embestida de su enemigo. Dio un gran pase de pecho cerrando una vulgar serie de redondos.

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