domingo, 17 de mayo de 2009

16 de mayo del 2009: Variedad

16 de mayo del 2009

Toros: de José Escolar Gil. Encaste: Albaserrada.

Terna:
  • Rafaelillo: Estocada casi entera, y perpendicular. Aviso. 4 descabellos. Aplausos y saludos desde el tercio. Estocada al rincón de Ordóñez. Silencio.
  • Fernando Robleño: Estocada al rincón de Ordóñez. Silencio. Pinchazo sin soltar y sablazo de juzgado de guardia. Silencio
  • Sánchez Vara: Estocada arriba marcando los tiempos. Aplausos. Estocada caída. Silencio.

Presidente: Julio Martínez Moreno.

El encierro que se lidió ayer tuvo variedad. Toros bravos, encastados y mansos y algunos que ellos fueron para el matador que les tocó en suerte un cheque en blanco, ya que salieron a la arena con la única intención de dejarse hacer la tauromaquia que el torero llevase dentro. Como ha cambiado este ganadero en los últimos años.

Eso fue lo que le ocurrió ayer a Sánchez Vara en su lote. En su primero, un toro de buena condición, que comenzó metiendo la cabeza en el capote por ambos pitones y no fue capaz de sacarle ni una sola verónica. Hizo del tercio de banderillas una pantomima, clavando a otro pasado en los tres pares. Es la pregunta eterna del aficionado. ¿Porque parean los toreros? Ya que deciden dar este paso por lo menos podían cuadrar en la cara del toro. Con la muleta fue la antitesis del toreo, citando con el cuerpo retorcido y creando una autopista entre el toro y el torero, sacándolo para afuera, citando fuera de cacho y lo mas importante, perdiéndole pasos a su enemigo sin ligar ni una serie. Este hecho causó una verdadera decepción en los tendidos, que vieron como el toro se iba al desolladero con las orejas puestas, ante un torero que se vio desbordado por la calidad y nobleza de su enemigo.

No paró ahí el sufrimiento de los aficionados, ya que su segundo toro le volvió a ofrecer la misma oportunidad que el anterior y el torero le pagó con la misma moneda. Con los garapullos tuvo que oír las primeras palmas de tango que le regalaron estos por su nefasta labor, como siempre, a toro pasado. Durante la faena de muleta el torero creyó pensar que no era justo que no valorasen su labor e hizo un gesto como de comerse al toro, y no se le exigía eso, lo único que el aficionado le reclamaba era que torease, pero, al parecer eso son palabras mayores para este torero.


A Rafaelillo le tocó en suerte un primer enemigo que le pidió el carnet de torero, y miren por donde, se lo enseño y a partir de aquí comenzó a haber sintonía entre ambos, creándose una simbiosis entre el temple y la casta, naciendo de ello la emoción tan cara de ver en esta feria y que llegó a los tendidos consiguiendo sacarle al encastado toro algunos muletazos de mucho valor, sobre todo dos que fueron eternos, donde dio la impresión de parar el tiempo. Pero la felicidad dura muy poco, sobretodo en la casa del pobre, y para hacer cierto el refrán, llegó la suerte suprema, la que da y quita lo que cada uno se merece, y el torero falló a espadas, echando por la borda lo que había conseguido toreando. Otra vez será, torero.


Fernando Robleño ha perdido la confianza en el toreo y cuesta hacerse la idea de verle torear con una desconfianza, impropia en un torero que mandó en el escalafón sobre todo por el valor y seguridad, que imprimía a sus faenas un sello especial, sobre todo, ante toros con dificultades. En su primero, el más blando de la corrida, que perdía las manos por la codicia con la que embestía, estuvo desconfiado y haciendo uso de los trucos que el toreo moderno ha puesto a disposición de todo aquel que quiera hacer uso de ellos, hasta que el toro se cansó de repetir, ya que la faena que le estaba haciendo el torero, seguro, que no le interesaba. En su segundo, un manso con genio, se lo sacó a los medios lidiándolo, pero con esto terminó la sintonía entre ambos ya que el toro comenzó a huir del torero y este se limitó a ir detrás de el para darle alcance, siendo un espectador de lujo del comportamiento de su enemigo.

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