viernes, 27 de mayo de 2011

26 de Mayo de 2011: Todo al revés

Toros de: El Cortijillo. Encaste: Núñez.
Terna:
  • Diego Urdiales: Dos pinchazos y estocada caída. Silencio. Estocada caída tras aviso. Silencio.
  • Morenito de Aranda: Estocada y dos descabellos tras aviso. Aplausos y saludos desde el tercio. Pinchazo, y media estocada y dos descabellos. Silencio.
  • Miguel Tendero: Dos pinchazos y dos descabellos. Silencio. Pinchazo y estocada casi entera. Silencio.
Preside la corrida D. Julio Martínez Moreno.

A Gabriel Navarro.

La comparecencia en la feria de la ganadería de El Cortijillo volvió a aburrir al respetable, y digo volvió porque este hierro pertenece al mismo ganadero que la de Alcurrucén, lidiada el día anterior. En esta se volvió a cumplir el pronóstico, eran del mismo encaste, pero con distinto nombre. Los toros volvieron a mostrar mansedumbre, una falta de fuerza indigna de un animal de esta raza, por lo menos para soportar el esfuerzo a que son sometidos durante la lidia, sin trapío y lo más importante, una falta total de casta.

Esta plaza ha reclamado siempre el toro de lidia íntegro, y los ganaderos en lugar de criar borregos, quitándoles fiereza y casta para pasar a continuación a ajustar sus defensas al servicio de los taurinos, deberían criar el toro en esa línea, que es lo que da emoción en el ruedo para tratar de agradar al público y no esos cadáveres que saltan al redondel de todas las plazas de España para que los toreros, fabricados a propósito para este fin, se luzcan sin el menor riesgo. Ese es el fin de los taurinos que manejan este negocio. El toro debe dar emoción para satisfacer la demanda del aficionado que paga y por consiguiente, exige, y la ganadería que no cumpla este requisito debería enviar sus productos al matadero. Visto lo de ayer, a ver cómo justifican los escribas adictos a los taurinos que en Madrid el toro se cae porque su afición reclama el búfalo. Ayer, como otras tardes, los toros salieron justos de trapío y poco les faltó para que rodaran por la arena.

El juego que dio el ganado lidiado restó a los matadores oportunidades para su lucimiento, pero no solamente una corrida de toros consiste en la faena de muleta, hay fases de la lidia donde los toreros que saltan a la plaza deben mostrar su profesionalidad, y ayer pocos la mostraron. Había banderilleros que una vez que tiraban las banderillas al morrillo del toro salían despavoridos de la cara del animal a refugiarse en la barrera o tomar el olivo, como si este fuera un auténtico marrajo, cuando en realidad era un alma caritativa. Creo que muchos de ellos han equivocado el oficio, debería dedicarse al atletismo.

Otro mal que acucia a la fiesta es que los toros no los paran de salida, ni los matadores, ni los toreros de plata, por llamarles de alguna manera, y estos campan a sus anchas por el albero como si de la dehesa se tratara. A los toros hay que pararlos cuando salen de chiqueros si no desean que ocurra lo que pasó en el sexto toro, que iba de un picador a otro en cuanto aparecieron estos en el ruedo. Fue un espectáculo bochornoso, pero poco les debe preocupar a estos profesionales que se visten de luces, da la impresión que lo hacen para ser admirados por sus incondicionales cuando entran a la plaza.

El ganado, como dije, pocas oportunidades dio a los coletas. El único toro que llegó a la muleta con posibilidades de faena fue el segundo, que le tocó en suerte a Morenito de Aranda, no sin antes irse a querencias mostrando con ello su mansedumbre. El torero arandino se lució con unos naturales largos y templados después de una faena donde le costó acoplarse. Tanto Diego Urdiales como Miguel Tendero no tuvieron esa oportunidad. El primer enemigo del riojano fue un cadáver, y el segundo después de recibirlo con unos muletazos con maneras, terminó poniéndose pesado tratando de justificar el toreo moderno, faenas largas sin ninguna enjundia. El primero de Miguel Tendero, un auténtico borrego que no se desplazaba por ninguno de los dos pitones, el coleta trató de justificarse dando trapazos en el torero al natural, descomponiendo la figura y alargando una faena que no existió en ningún momento. El sexto, un inválido, lo brindó al público y lo único que necesitaba el toro era un torero que lo cuidara y no lo sometiera demasiado. Con falto de manda del torero y el toro para pocas florituras, terminó la faena y la corrida, afortunadamente.

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