sábado, 27 de mayo de 2017

27 de mayo de 2017: El tremendismo enaltece a las Ventas



Plaza de toros de Las Ventas del Espíritu Santo Corrida De toros.

Ganadería

Del Torero. Procedencia Juan Pedro Domecq y Díez. El ganadero le vendió a la empresa una corrida mansa, descastada e inválida. El segundo y el tercero fueron protestados por falta de fuerzas. Tampoco destacó en cuanto a su presentación, ya que algunos ejemplares no estaban rematados. 

Terna:

  • Joselito Adame: De. añil y oro. Tuvo que descabellar al primero de Francisco José espada por cogida de este, recibiendo otro aviso durante su labor. Silencio. En su primero, pinchazo y bajonazo. Silencio. En cuarto lugar mató al quinto que le correspondía a Espada de un bajonazo infame. Aviso. Silencio. .En sexto lugar se corrió el cuarto. Estocada entrando a matar sin muleta, saliendo arrollado sin consecuencias. Oreja. 
  • Francisco José Espada: De grana y oro. Fue prendido al entrar a matar a su primero y lo retiraron a la enfermería con conmoción cerebral para no aparecer más. Antes de entrar a matar recibió un aviso.
  • Ginés Marín: De verde y oro. Dos pinchazos y 5 descabellos en su primero. Silencio. Media estocada baja y descabello. Silencio.
Presidente: D. Javier Cano Seijo.

No estuvo fino en esta ocasión el presidente, tomó el pelo a los aficionados que le protestaron con razón el tercero por inválido, pero al parecer todos los presentes lo vieron menos él. La oreja concedida a Adame en el sexto fue más propio de circo que de una plaza considerada seria por aficionados cada vez más escasos. Esta la seriedad de un palco cuyas decisiones van en contra del beneficio de la fiesta. Así le va. 

Suerte de varas: 

  1. Jilguero. 545 Kg. Hizo una fea pelea en las dos entradas al caballo y en ambas salió suelto. Manso que se dejó torear
  2. Verbenero. 537 Kg. Acudió suelto al caballo, se dejó pegar lo justo, salió suelto y perdió las manos. En la segunda vara también acudió suelto y no se empleó. Fue protestado. Manso, descastado e inválido 
  3. Pargo. 520 Kg. Recibió protesta por falta de trapío. Acudió al caballo sin colocarlo en suerte y perdió las manos. En la segunda entrada el piquero marcó el castigo bajo, pero no lo castigó. Fue fuertemente protestado. Inválido e impresentable para la lidia. 
  4. Omani. 549 Kg. En la primera vara hizo una fea pelea, manseando, y en la segunda acudió sin tranco, y el piquero se limitó a marcar el castigo, saliendo suelto. Manso, descastado y noble. 
  5.  Hurtador. 571 Kg. Empujó sin fijeza en la primera entrada recibiendo un justito castigo. En la segunda no fue puesto en suerte. Y una vez cambiado el tercio acudió de nuevo al montado y salió suelto a terrenos de nadie. Manso sin paliativos. 
  6. Oropéndulo. 580 Kg. En la primera vara romaneó empujando con un pitón. En la segunda empujó pero el piquero se limitó a sujetarlo. Manso. 
Cuadrillas y otros: 

Con tres cuartos de entrada se celebro la 16ª corrida de abono de la feria de San Isidro, donde confirmó la alternativa el torero madrileño, Francisco José Espada, que sufrió una voltereta al entrar a matar a su primero que lo dejó inconsciente. Fue trasladado a la enfermería donde se le apreció traumatismo craneoencefálico. Una vez concluido el paseíllo el torero Ginés Marín recibió una fuerte ovación por su triunfo en la tarde de su salida por la Puerta Grande, que tuvo que corresponder con un saludo desde el tercio.

En el primero de la tarde el tercio de banderillas fue una autentica capeaen cuanto a la mala colocación de los toreros. Fernando Sánchez destacó en la colocación en banderillas en el segundo y en el cuarto, donde también destacó Miguel Martín. En lo negativo hay que olvidar el par que intentó colocar el torero Antonio Manuel Punta, donde hasta en el tendido se sintió la vergüenza torera que no demostró el torero de plata. 

Comentarios:

Se le iba la tarde al torero mexicano, Joselito Adame, perdido en la vulgaridad y en la trampa, pero en el sexto y ante un toro que debía haber pasaportado a mejor vida sin miramientos, ya que su condición de manso e inválido no se merecía otro trato, se cuadró para entrar a matar, lanzó la muleta a la arena, y se fue detrás del estoque al morrillo de su enemigo saliendo arrollado del embroque sin consecuencias. El toro cayó “rodao”. Este hecho causó el delirio en los tendidos que se poblaron de pañuelos como premio al tremendismo que también tiene su cabida en la fiesta pero que es más propio de los espectáculos circenses. 

Pero al no conseguir el reconocimiento a su esfuerzo toreando el torero tuvo que tirar del recurso del valor mal interpretado por los aficionados y de esta manera conseguir el único trofeo de la tarde. Pero valor se demuestra con toros y si con animales encastados y que transmitan miedo a los tendidos, el matador decide hacer este tipo de gestas, allá él y sus plañideros seguidores. Pero volviendo atrás en el tiempo, su primero fue un animal que llegó a la muleta mostrando una invalidez manifiesta y el torero tuvo que conformarse con pasarlo por la muleta pero sin someterlo, ya que se quedaba sin enemigo. En esta ocasión su labor fue premiada con un absoluto silencio. Nadie de los futuros plañideros sacó a relucir sus protestas. Que no se repitan estos espectáculos bochornosos de toros que ruedan por la arena y que los toreros tiene que hacer de enfermeros es una lucha donde deben implicarse todos, incluidos los toreros. Ante el descastado y manso cuarto, que mostró nobleza en la muleta, el matador dio un recital de mentiras y falsedades manejando la muleta, donde los mantazos, el pico y la colocación delante del toro anduvieron presentes durante toda la faena, por llamarla de alguna manera, hecho que sorprendería hasta los más proclives festivaleros, que hacen con sus peticiones de trofeos un flaco favor a la fiesta. Pero nadie de estos ínclitos amigos del tremendismo, protestó por la mentira que estaba ofreciendo el “valeroso” torero mexicano.

Ginés Marín se encontró en su primero a un animal que se parecía un toro solo en su forma. Al segundo muletazo se derrumbó y el torero en un acto que le honró decidió tomar el acero y no estar recordando a los espectadores durante diez minutos el estado de la fiesta ante un animal que nunca debió lidiarse. En su segundo y quinto de la corrida, fue un manso que desarrolló sentido y que llegó a la muleta avisado y le costaba tragarse los muletazos. El torero debió lidiarlo, como se hacía antaño con los mansos, pero ese tipo de faenas ha perdido actualidad en la tauromaquia. Ahora si no se le dan 200 muletazos, los ínclitos espectadores que alaban el tremendismo circense lo toman como una ofensa personal. 

Por su parte, Francisco José Espadas, toreó solamente el toro de su confirmación. Prolongó la faena y recibió del palco un aviso antes de entrar a matar. Cuando lo hizo fue enganchado por su enemigo que lo zarandeó y llegó a pisotearlo en la arena. El torero tuvo que ser trasladado la enfermería para no volver a aparecer.

©Pepeíllo.

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